Llevo ya algunos años en esto de los seguros y no es la primera vez que me llama algún cliente, sobre todo los promotores profesionales (los que se dedican a construir y vender casas para ganar dinero) llamando al seguro decenal: “impuesto revolucionario”. A mi no me da por llamarles “terroristas” o “asesinos” en su propia cara, aunque en el pelotazo inmobiliario ha habido de todo. Si bien es cierto que todo es mejorable en esta vida y que determinadas actitudes de la gran mayoría de las aseguradoras especialistas en seguros de construcción no ayudan tampoco (léase primas mínimas y tasas que no se adecúan al histórico de siniestros en estos trece años de vida del seguro decenal), también es cierto que el seguro trata de proteger al comprador de la vivienda, persona de la calle que no tiene porqué saber si aquello que le han vendido está o no está bien construido, porque se fía de quien se lo ha vendido. Pero la ley está para eso, para proteger a los indefensos de aquellos que están ávidos de dinero en detrimento de la calidad de su trabajo.
A saber, el código civil, en su artículo 1.591, viene a decir que si el edificio se arruina, el arquitecto y el constructor son responsables de lo que allí ocurra durante los diez primeros años de la construcción. Y por otro lado está el seguro decenal, que durante los mismos años, reparará o indemnizará al propietario en el caso de que el edificio se arruine debido a defectos y/o vicios de la construcción.
Se trata de proteger al propietario final y de ahí la claridad del código civil respecto a las responsabilidades civiles existentes y de la Ley de Ordenación de la Edificación, en cuanto a la obligación de la contratación de un seguro de daños que indemnice en caso de que aquello esté a punto de caerse (o se haya caído ya), forzando a que exista un control riguroso, en este caso exigido por la aseguradora que es quien finalmente asume el riesgo de tener que pagar una indemnización.
Hace ya muchos años, en el siglo pasado, Jesús Gil fue a la cárcel (aunque a los pocos meses Franco le indultó, vaya usted a saber por qué) por construir mal. Fue promotor/constructor de un edificio en Los Angeles de San Rafael, cuyo restaurante se vino abajo y en el que murieron ¡¡ 58 personas !!. Alguien hizo mal su trabajo, alguien era el responsable de lo que allí había ocurrido.
Pero como estamos en España y aquí sólo aprendemos a base de golpes, posteriormente salieron a la luz nuevas leyes y normativas (Ley de Ordenación de la Edificación, Código Técnico de la Edificación…). Eso sí, el Código Civil data del año 1889 y la mencionada LOE y CTE.., vaya!!, en año 1.999 y 2.006, respectivamente, siglo y pico después. Y por medio, 58 personas muertas en Los Angeles de San Rafael y otros muchos que no han sido noticia porque no se ha querido dar bombo al tema (no le interesaba a los de arriba). Por no hablar ya de las viviendas en ruinas, aunque no haya habido muertos.
Durante los años de “bonanza” (burbuja inmobiliaria) nadie decía nada, todo se repercutía en el precio final de la vivienda y el propietario era el que se estaba pagando su propio seguro. Pero como aquello se acabó y ahora hay que ajustar los precios al máximo (ganar menos), pues de lo primero que se quejan es del precio del seguro.
Y no me quiero meter con las aseguradoras, que aunque no lo podemos probar, está claro que aquí huele mal. Todas te dan el mismo coste y parecidas tasas. Todas exigen la intervención de una OCT (Organismo de Control Técnico) durante las obras que les haga todo el trabajo de supervisión para que así, al final, solo tengan que emitir póliza y “poner el cazo”. Porque pagar siniestros, lo que se dice pagar…, las últimas estadísticas dicen que menos del 1% de las viviendas que se aseguran tienen siniestros. Esto, traducido a euros, son muchos ingresos y pocos, poquísimos gastos.
Creo que me estoy soltando demasiado. Y eso que me considero un experto de los seguros de construcción y que, además, vivo de ello. Pero me gustan las cosas bien hechas y el precio justo. Aquí no se trata de que la aseguradora exprima al promotor y el promotor exprima al arquitecto, aparejador, constructor, OCT, laboratorio y, sobre todo, al comprador. Aquí se trata de evaluar si dos mil y pico euros de seguro decenal por una vivienda unifamiliar es el precio justo por algo que en el 99% de los casos no se usa.
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